domingo, 17 de octubre de 2010

La noche y la poesía- Alejo de la rosa

Érase un tiempo cuando el día era el mismo mas la noche era oscura, donde lo que no iluminaba Luna simplemente no se veía. Vivió entonces Pintor, quien jamás había pintado. Era un hombre taciturno para quien las palabras no significaban nada, aunque las conociere todas.

Estaba una vez él sentado al Sol, tirado a la intemperie de la Pradera rodeado por las Perpetuas, flores que nunca menguan. Sus ojos observaban alrededor buscando un lienzo lo suficientemente pequeño para lo poco que tenía por dar entender.

Sin voz ni oídos, mas dotadas de un habla y un oído ajeno a la concepción del físico o del matemático, interrumpieron las Perpetuas ▬Si buscáis un pequeño lienzo ¿Por que no tomáis alguna de nuestras minúsculas hojas?-

Y con igual voz sin habla y escucha sin oreja, respondió Pintor ▬No, no os molestáis querida amiga, que sólo he decir la Poesía que nadie ha entender a la primera. Y vos, de colores siempre vivos, entendéis a la perfección la que nace de mi corazón sin que algún trazo hacere tuviese sobre el mas mínimo pétalo tuyo-

La flor sólo rió ▬Nosotras entendemos si, estáis en lo cierto. ¿Más que de los tuyos, que no es de ellos ver lo que no se ve, ni escuchar lo que no se oye? ¿Como esperáis que sean de tu Poesía testigos?-

▬Ningún trato ni yo ni mi Poesía tendremos jamás con ellos. Que por ello dejé atrás las palabras y voces pues en su mundo no valen más que el Céfiro matinal- correspondió con cierto recelo.

▬No habléis de más amigo- continuaron entre risas –que ese viento que desprecias es para nosotras vida y esperanza

▬No penséis mal, por favor, que he dicho eso solo porque para ellos ese viento les levanta de sus sueños y rompe esas fantasías por las que viven el día a día-

Carcajearon las pequeñas –Pintor, no eres árbol para quedarte sentado, ni Sol para siempre ver desde lo elevado-

-Pues tenéis razón y ya no más estaré sentado- finalizó enojado por las burlas sabihondas de las pequeñas. Mas apenas se hubo dispuesto ir, el más mínimo pétalo aterrizo en su mano

-Veréis que te valdrá tenerlo Pintor-

Después de que varias noches pasaran sin Pintor haciendo algo ajeno a holgazanear, vino un día, que mientras Sol caía y su luz naranja se despedía de todo hasta su próxima salida, en el horizonte se dibujo una extraña mas exquisita figura; una chica, de cabellos castaños y ojos dorados, que buscaba alrededor por un algo jamás encontrado.

Pintor la vio como jamás hubiese visto a alguno de los suyos que tanto despreciaba. Se dirigió a ella vacilante y cuando hubo llegado, su corazón emanaba Poesía como jamás lo hubiese hecho, mas no es de humanos hablarse con el corazón.

La chica lo torno a ver, curiosa. El alma de Pintor aullaba, sus ojos resplandecían y su corazón cantaba los más bellos versos conocidos, pero para ella esto no significaba nada.

Viendo que ella seguía curiosa, esperando alguna palabra, quiso entonces hablar, más entonces años de ermitaño cobraron pues su boca hacia mucho se volvió incapaz de susurrar siquiera

Sin voz del alma ni lengua humana, Pintor se redujo a mímica tosca y torpe. La chica solo río –Sin lengua para algo importante te pareces haber quedado buen hombre- su voz era la del mar, que arrulla a la paz hasta al Leviatán -el ocaso en este lugar me ha fascinado, así que mañana aquí volveré a estar para una segunda y única vez disfrutarlo- se retiro entonces, cruzando la Pradera y desapareciendo a la distancia con la misma facilidad con la que llego. Tras de ella el viento iba, infatuado, como por su belleza seducido.

Regreso entonces corriendo a su hogar, que no era más que cuatro paredes de sólida piedra. No tenia techo, pues por la noche Luna le mantenía cobijado.

Primero quiso recuperar su voz, pero por mucho que intentara, solo una cacofonía resultaba.

Pidió luego a Luna que brillara esa noche lo más que pudiese y sobre el pequeño pétalo que le fue regalado trazo todo lo que su alma quisiese decir. Aunque ya hubo estado tranquilo, el tamaño del pétalo le incomodo. Para el bastaba, si. ¿Pero seria suficiente para ella?

Acudió entonces nuevamente a Luna.

-Ayúdame vieja amiga. Elévame a tu cama y haz la noche mas larga. He de trabajar mucho, así que pido que sea noche que no acabase hasta que yo cayese. Os aseguro que esto no será en vano, pues como antes y hoy jamás tendrás tanto que brillar-

Luna encontró esto simpático y, tanto interesada en el chico como curiosa por sus peticiones, accedió y subió a Pintor hacia el infinito.

Cuanto duro entonces aquella noche jamás será sabido, pues sin Luna que cae ni Sol que se levante no visita el Tiempo, solo se extiende el Sueño y en ello, menos aun él importa.

Llego finalmente el día y durmió al tiempo de Luna también Pintor.

Cuando llegaba la hora menguante, él aún seguía dormido.

Justo cuando el cielo se hubo tornado un rojo palpitante apareció ella. Aunque observó el ocaso, más tiempo dedico a ver su alrededor, en busca de Pintor,

Venia la oscuridad nuevamente y él aun no aparecía. Decepcionada tornó a volver a la Villa, intencionada a nunca más visitar la Pradera. Fue entonces que Luna, apenas emergente, habló directo al interior de ella. –Niña, detenerte te pido, que Pintor no por su voluntad os ha dejado-

La chica solo apresuró el paso

-Niña, al menos toma aliento y observa el cielo, ve porque no ha llegado Pintor a tiempo-

Volteó ella, sin esperar nada más que la oportunidad de volver a casa y en cambio, lo recibió todo.

El cielo, oscuro y tenebroso como había sido antes, ahora resplandecía como sabana recubierta de cristales. El fulgor de cada figura diamantina era único, y cada una vibraba con vida propia. Cuantas eran era imposible saberlo, pues tantas y tan brillantes son cada una que ningún ojo podría jamás percibirlas todas.

Despertó por fin Pintor, auxiliado por las alimañas nocturnas que habian presenciado su trabajo. Guiado también por ellas llego hasta la chica, quien aun tenía la vista fijada en aquel tesoro estelar.

Incapaz todavía de hablar, pintor se acerco a ella, más sin tener que intentar nada balbucear, ella corrió a sus brazos.

De esta forma logro él comunicar su Poesía como hacia con Luna y las flores. Hablo su alma sin requerir voz y escucho la chica sin utilizar su oído.

Había él decidido la noche anterior hacer una estrella por palabra que su hermosura representara, mas por cada estrella que terminaba dos mas palabras llegaban y así fue eterna la noche como eterna su labor.

El pétalo primero preparado descansaba apretado en la mano de su creador, así que Céfiro juguetón vino a arrebatarlo y dejarlo frente a los ojos de su amada.

Ella lo tomó a lo que el respondió

-En ese pequeño lienzo primero trabaje, mas pensé que, ni a mi poesía, ni a ti, haría justicia-

Ella sonrío y le sostuvo aun con más fuerza –Viniendo del corazón, el más mínimo trazo en el pétalo más pequeño basta para hacer al alma comprender -

Y le besó.

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